domingo, 24 de abril de 2011

Adiós Miko





Este cuento lo ha escrito mi hermano Salim para consolarme por la tristeza de la pérdida de mi gatito Miko. En él aparecen los nombres de otras mascotas que fueron importantes para nosotros, mi pajarito Vitru, y su gatito Shagy, a los que tanto lloramos. Quizás se lo podáis contar a vuestros niños para hacerles entender que el amor no entiende de fronteras, razas, tiempo o especie. Es, simplemente el sentimiento más hermoso, más bello, más puro y más deseado por todos los seres que poblamos la tierra.



Mil gracias, Salim



MIKO, LA HISTORIA DE UN FELINO



Un día en el cielo, una infinita fila de angelitos esperaba impacientemente su momento para futuras misiones terrenales. Me refiero al momento más esperado por cada uno, que es el de poder charlar con Dios.

Pasaron muchas horas de nuestro mundo, hasta que por fin un angelito habló con Dios. En ese momento Dios le preguntó: “A ver, pequeño, dime, ¿en qué hogar quieres nacer?”. Ese ángel respondió que en su vida terrenal queria nacer en un lugar conocido por el hombre como España y con una familia de Madrid conformada por Sara y Solomon.

Dios le susurró algo al oído, sin que nadie más lo escuchara. Sólo ellos dos sabían el secreto. Después le preguntó a ese angelito: “¿Estás seguro?”. El angelito respondió: “Sí, acepto”.

Nadie se lo puede explicar, pero de pronto ese ángel miró en todas direcciones y estaba en un lugar que nunca antes había visto. Un día, de pronto, se miró en una bandejita de agua y su reflejo era de una aspecto muy tierno. Tenía unos bigotes largos, unos ojos del color de la miel, unas orejitas muy coquetas y, ¡anda!, algo se movía por detrás de él. Miró y empezo a jugar con esa cuerda que tenía prendida en su cuerpecito y dijo: “¡Wowww! ¡Qué bien se siente! Es una cuerda atada a mi cuerpo”.

Un día, mientras ángel miraba por un cristal, escuchó que alguien se acercaba. "¿Quién será?", se preguntó. Al levantar su mirada les vio. Eran las personas que había visto en el cielo y que ahora estaban frente a él. “¡Por fin han llegado mis dueños!”, se dijo. “¡Qué grandes son!”. En cambio, para Sara y Solomon él tan solo era un pequeño felino travieso.

Cuando llegaron a la casa por primera vez, el corrió y corrió. Miraba todo, cada detalle de su nuevo hogar, donde pasaría el resto de sus días. Así dio inicio para Sara y Solomon aquella aquella historia de amor que había comenzado en el cielo.

Un día el angelito escuchó por primera vez “Miko”. Él se preguntó: “¿Miko? ¡Oh, qué lindo nombre! ¡Mis dueños me han puesto un nombre!”. De la emoción Miko no paró de correr, jugar y morder el calzado de sus dueños.

Fueron muchas las aventuras y momentos que compartieron juntos, jugaron, festejaron juntos. Como aquella Navidad inolvidable en la que había mucho alimento, regalos y Miko pudo pasar una linda Noche Buena con sus dueños. Una semana después llegó el Año Nuevo, al que los hombres llamaban 2011. Miko paso una noche hermosa con ustedes.

Lamentablemente, unas horas después, Miko recordó lo que Dios le había dicho al oído. Sí, el momento de partir estaba cerca. Pero a Miko no le importó y así continuaron pasando los días, mientras llevaba a cabo su misión secreta.

De pronto, una noche del mes de abril, un ave lque irradiaba una luz blanca y destellos amarillos muy bellos llegó hasta su lado y Mikito le preguntó: “¿Quién eres tú?”.

“Soy Vitru”, le dijo, “ y te traigo un mensaje de Dios, así que ponme mucha atencion”.

Vitru informó a Mikito de que su misión había sido completada. Y era cierto. Mikito había concretado su misión, que era unir eternamente el matrimonio de Sara y Solomon, después de haber vivido en sombras, que es la prueba para cada matrimonio terrenal. Esa noche, Mikito la pasó al lado de sus amos y mientras ellos dormian, se acercó lentamente a cada uno de ellos y los besó con dulzura.

Cuando el sol iluminó el horizonte y los gallos cantaron Miko comprendió que la hora había llegado.

Unas horas después, Sara y Solomon recibieron con dolor la noticia de que Mikito estaba gravemente enfermo y corrieron asustados junto a él. Mikito les miraba y veía que sufrían. Se desesperaba por no poderles decirles que todo estaría bien, que no tenían que preocuparse, ya que cuando Dios le habia preguntado dónde quería nacer y dónde vivir, Dios le había hecho saber que el final sería así y él había aceptado. Sí, había aceptado, porque el amor no se compara con nada y la felicidad que sus amos le darían no se podría igualar a nada de la tierrra y el cielo.

De pronto, Mikito escuchó unas garritas caminar por el pasillo en dirección a la habitación donde se encontraba. Cuando miro a la puerta, vio un felino pardo, color gris que le dijo: “Hola Miko. Yo soy Shagy y sere tu acompañante para llegar al Cielo”.

Mikito respondió que le diera unos segundos más para despedirse de sus amos. Maulló en bajito, susurrándoles, aunque no pudiesen entenderle. Les agradecia todo lo que habían hecho por él y les dijo que algún día Dios los uniría eternamente y que el dolor sólo es una prueba que tenemos que superar cuando queremos pasar la eternidad al lado de nuestros seres queridos.

Después, Mikito se desprendio de su cuerpecito y se dirigió a la puerta, donde el otro felino, Shagy, lo esperaba para ir al cielo. Ambos caminaron sobre el pasillo y, de manera divina, se desvanecieron sin dejar rastro alguno.

Es aquí donde finaliza la vida terrenal de Mikito, quien será recordado eternamente.



Descanza en paz Mikito.



Salim