lunes, 2 de julio de 2018

¿Bailar danza oriental es fácil?


Llevo tiempo queriendo escribir acerca de este tema que como docente y como bailarina me genera bastante curiosidad y preocupación. ¿Por qué la gente considera que bailar danza oriental es fácil? ¿Qué puede llevar a un profesor de la misma a despreciar su dificultad? ¿Por qué los alumnos creen que con un puñado de clases ya pueden enseñar a otras personas sin tener una formación sólida? ¿Qué valores e imagen de profesionalidad transmitimos a nuestros alumnos y al público en general?

Por un lado, oigo muchas veces decir a colegas que han tenido alumnas que recibiendo sólo un año de clases se han puesto a dar clases. Mi sorpresa siempre es mayúscula, pero no menor que cuando esos mismos profesionales desprecian este arte afirmando que el flamenco, el clásico o el contemporáneo es más difícil que la danza oriental. Indudablemente algo está fallando.  

Creo que el principal problema que tiene la danza oriental es que está llena de gente que se llama “profesional”, pero en realidad no lo es. Entiendo por profesional a una persona que hace de la danza oriental su principal fuente de ingresos ya sea como bailarina, profesora o coreógrafa. No incluyo bajo la acepción de profesional a aquella persona que usa la danza oriental para sacarse un sobresueldo o a la que da clases gratuitas en un centro de menores porque le apetece colaborar con la comunidad. Me refiero a personas que están dadas de altas como autónomas o empresas, que cobran un precio digno por sus servicios y pagan los correspondientes impuestos. Me da igual si tienen escuela propia, si trabajan dando clases particulares en casas, o si van por el mundo bailando. Para mí son profesionales porque viven por y para esta danza y entran en la definición de “profesional” de la RAE:

"Dicho de una persona: que ejerce su profesión con capacidad y aplicación relevantes".
De este tipo de gente, lamentablemente, yo conozco a poca, y encima sufren las consecuencias de la competencia desleal de estos pseudoprofesionales. Pero ese ya sería otro tema de debate.

"El pintor de Oriente", por Sahra Ardah.
Ahora querría mencionar otro aspecto del que también es complejo y políticamente incorrecto hablar. El del profesional “titulado”. En España a día de hoy no existe ninguna titulación oficial. Lo que tenemos son títulos privados firmados por un maestro. El valor que la comunidad da a ese maestro es lo que hace que un título pese más o menos. Pero hoy en día no hay formación oficial en danza oriental con un temario bien definido. Si yo fuese, por ejemplo, médico, tendría un listado de materias como Obstetricia, Nefrología, Epidemilogía, Cirugía, etcétera, que tendría que cubrir y dentro de cada una de ellas puntos y aspectos imposibles de obviar. En danza oriental no. Yo puedo tener un profesor que confunda un maqam, con un maqsoum y un saidi con un saudí. Y no pasa nada… En teoría.   
El pintor de Oriente, por Sahra Ardah

El caso es, aunque el desconocimiento y falta de profesionalidad no tengan consecuencias dramáticas inmediatas, es decir, nadie va a morir porque yo no sepa qué es un mawal o un taqsim, debería preguntarme algo: ¿Puede afectar esto a la visión que la gente profana tiene de la danza oriental? Por supuesto que sí. 
¿Por qué no se hace nada para que esto cambien? Se intentó, en varias ocasiones en nuestro país, pero al parecer aún no estamos preparados para un cambio así. Nos gusta mantener nuestros pequeños feudos diría yo.

Entonces, ¿es la danza oriental difícil o no?. La danza oriental es un arte muy, muy complejo. Podemos ser virtuosos ejecutándola o fuente de sabiduría al transmitir su legado desde el punto de vista docente. Podemos ser ambas cosas o ninguna. Y este es el problema. 
El Pintor de Oriente, por Sahra Ardah
Bajo mi punto de vista la danza oriental no se puede comparar con ningún otro baile. Igual que no podría comparar el ballet clásico con el flamenco, el flamenco con el hip hop, el hip hop con el claqué, o el claqué con el bhangra. Si la comparamos con otras danza lo que demostramos es un profundo desconocimiento. La danza oriental tiene características específicas por ser una baile de origen folclórico y bailarse tradicionalmente en los países del norte de África y Oriente Próximo. Pero, al ser reconocida en todo el mundo por su gran belleza y capacidad expresiva, ha sido convertida en disciplina de serio estudio en países como Argentina, Rusia o China. En cada lugar que pisa, esta danza es acogida como propia por sus gentes, empapándose con las características propias de cada lugar. ¿Apasionante o no?

Para el conocimiento profundo de la danza oriental no sólo vale estudiar la versión moderna del cabaret, más conocida como danza del vientre, sino que hay que ahondar en las manifestaciones específicas de cada país. Y eso es una empresa titánica y probablemente imposible de materializar, dada la extensión geográfica de sus raíces.  


A nivel técnico, la danza oriental es de gran complejidad. Requiere altos niveles de flexibilidad, coordinación y disociación corporal. La melodía y la rítmica es difícil de aprehender, ya que los acentos y matices no son fácilmente captados por el oído occidental. Incluso las personas que tienen facilidad para este baile, porque conocen otras danzas o porque trabajan arduamente en dominar la técnica cuanto antes, se precisan por lo general entorno a 4 o 5 años para que ser capaces de ejecutar con elegancia, calidad técnica y expresiva. Luego, conocer la cultura, la historia, la rítmica, los estilos, la musicalidad… Probablemente lleven mucho más tiempo porque el desconocimiento en estos aspectos suele ser grande.

Llevo más de 15 años dedicados como profesional al aprendizaje y difusión de este arte. Sigo estudiando, investigado y trabajando. Cuanto más sé, más de doy cuenta de lo muchísimo que me queda por aprender. Nunca se me ocurriría comparar a esta danza con ninguna otra. Los beneficios que se desprenden de su práctica van mucho más allá de una actividad física. La danza oriental conecta el cuerpo con la mente, empodera a la mujer y le ayuda a aceptarse a sí misma; es, como me gusta decir, una danza sanadora y de vida. Todas las mujeres que la han practicado de forma regular en algún momento de su vida han apreciado su dificultad y es común oír decir que ojalá hubiesen empezado a bailar mucho antes. No es de extrañar esta afirmación. Las primitivas danzas de la fertilidad se bailan desde hace miles de años. Primero como bailes para los dioses, luego en la clandestinidad por ser consideradas pecaminosas… Es curioso y llamativo que aún hoy algunos las desprecien.

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